viernes, 22 de agosto de 2008
La huella de la belleza, esplendor de la verdad, nos enaltece y conmueve. Es una especie de vitamina que nos hace crecer por dentro. El mismo Platón ya considera el encuentro con la belleza como esa sacudida emotiva y saludable que permite al hombre salir de sí mismo, lo «entusiasma» atrayéndolo hacia otro distinto de él, lo arranca del acomodamiento cotidiano